A mediados del siglo XIX, el actual estado de Washington era territorio de los indios Dewamish, los cuales se sentían parte de la naturaleza y vivían en total armonía con ella. En 1855 el demócrata Franklin Pierce, que en esos momentos era el decimocuarto presidente de los Estados Unidos, a través de unos mensajeros, propuso al Gran Jefe de los Dewamish que vendieran sus tierras y se fueran de manera pacífica a vivir a una reserva. Los indios, evidentemente, no entendieron la lógica de esa proposición, pues no comprendían que la Tierra perteneciera a alguien. Para ellos es como si una persona les dijera que les pertenecía el agua de los ríos, el roció de la mañana o el vapor de las nubes. Así que su Gran Jefe, Noah Seattle envió una contestación al Presidente, expresándole estos motivos con gran sabiduría, prudencia y criticándole que el hombre blanco era ruidoso, despreciaba y maltrataba a los animales y utilizaba la violencia para llegar a cualquier fin. Esta contestación, aunque no existe una evidencia de que el texto sea 100% fidedigno, actualmente se la considera como el primer mensaje ecologista de la Historia. Lo triste del asunto es que no le hicieron caso y su pueblo acabó desapareciendo, no así su mensaje.