sábado, 21 de septiembre de 2013

EL CEMENTERIO DE LOS GORRIONES



Cuando en 1616 el escultor italiano Pietro Tacca terminó de construir la estatua ecuestre de Felipe III, creía haber construido una obra regía, pero lo que no sabía es que había confeccionado, sin querer, una cara trampa para animales, en concreto, los gorriones. Esto no se supo hasta tiempo después, a mediados  del siglo XX cuando al proclamarse la II República algunos exaltados que odiaban a la monarquía comenzaron a derribar las estatuas reales que había repartidas por Madrid. Al derribar la estatua de Felipe III que estaba situada en la Plaza Mayor uno de aquellos iconoclastas decidió meter por la boca del caballo un petardo y cuando éste explosionó, para sorpresa de todos, fueron regados con una lluvia de ¡huesos! En concreto de huesecitos de pájaro.

¿Cómo era esto posible? La culpa de ello la tuvo el escultor italiano que al terminar de construir la su obra se olvidó de tapar la boca del equino. Los gorriones que son muy avispados, cuando veían la pequeña entrada se metían dentro, y al no saber salir de allí se morían de hambre. De esta manera cientos de pájaros encontraron su tumba en la panza de la estatua. Pasado el tiempo se volvió a colocar a Felipe III en la Plaza Mayor pero cerrándole la boca al caballo para que otros pajaritos no volvieran a entrar.