viernes, 20 de septiembre de 2013

RESEÑA: TIERRA SIN REY - Luis Zueco



Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. (Jesús de Nazaret)

Una idea. Una nueva forma de concebir la vida nació en pleno corazón de la cristiandad, en una tierra de trovadores y amores corteses: el Languedoc. Allí, por secos senderos del midi francés, unos predicadores conocidos como bons homes (los buenos hombres) comienzan a pregonar por los pueblos un nuevo mensaje de esperanza a los oprimidos que se rompen el espinazo para dar de comer a los señores que habitan allá en los vetustos castillos y en las abigarradas abadías. Y aunque parece que hablan de lo mismo que otros predicadores anteriores, sobre Cristo y la promesa de una vida en el brumoso más allá, lo curioso es que no lo hacen con pompa ni boato, sino de manera sencilla y directa, con un lenguaje tan novedoso que hace temblar los cimientos de la mismísima Iglesia Católica. ¿Qué han de temer los orondos obispos y la enhiesta figura del Papá en el sitial de Pedro? Pues cada palabra y acción de estos hombres buenos: desean que la iglesia y sus dirigentes vuelvan a la idea original de pobreza y pureza que Cristo predicaba en Jerusalén; dan un papel protagonista a la mujer y enfocan el problema del mal terrenal desde un punto de vista muy curioso, ya que si existe dolor en este mundo es debido a la dualidad permanente entre el bien y el mal… y sobre todo, lo que más aterra a la iglesia católica es que rechazan los sacramentos, es decir que no hace falta intermediarios entre la oración sincera y Dios, y que por tanto no será necesario el pago de diezmos. Aquello que solamente podría tildarse de leve herejía, pronto comienza a enquistarse y hace temer a Roma la perdida de sus queridas ovejas.  Hay que acabar con esta situación tan peligrosa para los intereses eclesiales. Hay que arrancar la mala hierba y reconducir el rebaño de nuevo a donde no debía haber salido, para su posterior esquilmado. Y ha de hacerse de cualquier manera, a cualquier precio, a fuego y sangre. La primera Cruzada en tierras cristianas esta servida. Pero nadie calcula que existe una persona, un rey para ser más precisos, que no comulga con esta situación. Los perros de la guerra están sueltos, y parece que van a despedazar a los llamados cátaros y a sepultar sus ideas de paz para siempre. Solo cuentan con el rey aragonés Pedro II como muralla ante tal atropello. Un hecho apasionante que ha pasado a la historia y que nadie como Luis Zueco ha sabido resucitar de las antiguas crónicas para que la podamos disfrutar en su última novela Tierra sin Rey. (SEGUIR LEYENDO)

Muret… este nombre, por lo menos a los amantes de la musa Clío, nos evoca el fin de un sueño. Frente a los muros de Muret acabó sepultado el sueño del gran Imperio Aragonés. Frente a los muros de Muret, aquel 13 de Octubre de 1213, fueron sepultados los ideales cátaros de convivencia. Frente a Muret se vivió una de las batallas olvidadas de la historia. Este año se cumplen los 800 años que conmemoran el aldabonazo final a una de las Cruzadas más sangrientas que han existido, la Cruzada Cátara o Albigense contra los herejes del Languedoc. Sobre esta guerra se han escrito numerosos trabajos y novelas, pareciendo que ya esta todo escrito. Pero el nuevo libro de Luis Zueco vuelve a traer a la luz un episodio apasionante con una nueva perspectiva, pues frente al antagonismo entre cátaros y papado tan manido, el autor suma al juego de intereses e intrigas la figura del rey aragonés Pedro II, a la vez que lo saca del olvido al que ha estado sometido debido a que por un lado ha estado a la sombra de figuras como la de  Alfonso I el Batallador, Fernando II el Católico, y la fama de su hijo el titánico Jaime I el Conquistador; y a la increíble gesta de otra batalla un año anterior, la de las Navas de Tolosa o la de los Cuatros Reyes. Luis Zueco en Tierra sin Rey recrea las causas, desarrollo y triste final de esta cruzada, de esta guerra civil cristiana, desde 1209 hasta 1213. Mediante una trama apasionante en el que los juegos de palacio y los intereses papales se mezclan al ritmo de las espadas de los sanguinarios cruzados, se nos desvela todo el entramado de un conflicto que nunca debió de ocurrir. Por un lado tenemos al Papa Inocencio III, al rey de Francia Felipe Augusto y a sus perros, el brutal Simón de Monfort y al fanático Arnaldo Almalarico que desean arrancar la mala hierba cátara de la Occitania. Mientras que por otro lado nos encontramos la corte de Pedro II de Aragón y al mismísimo rey que no dudan en proteger sus territorios de la intervención del Norte de Francia o del papado. Pero ¿por qué el rey de Aragón desea salvar la vida a los cátaros? A través de esta apasionante novela, el autor nos desvela que Pedro II, monarca inteligente, valiente, culto y que nunca duda en combatir en primera línea junto a sus caballeros fieles, da protección a los cátaros no porque el lo sea, pues es católico, sino simplemente debido a que son sus vasallos y tiene un pacto de salvaguarda hacia sus personas. Aunque no hay que ser maniqueísta en este punto, pues Pedro II no es altruista al cien por cien ya que si por un lado ofrece su espada a los más desvalidos por otro lado también desea crear la Gran Corona de Aragón. Es por ello que no duda en enfrentarse en campo abierto con un ejército cátaro junto con sus fuerzas catalanas y aragonesas aquel mes de Octubre de 1213 en Muret. Por desgracia Pedro II muere en una desastrosa batalla mal planificada haciendo que Simón de Monfort aplaste posteriormente a sangre y fuego los focos de resistencia cátara, y que se diluya como lágrima en la lluvia los intereses aragoneses y se retiren hacia la línea del Pirineo.

Mediante un estilo directo y apasionante, Luis Zueco con Tierra sin Rey, nos ofrece una novela coral en el que multitud de personajes evocan las distintas partes en conflicto haciendo que el lector se recree en aquellos cuatro años tan transcendentales en el que la humanidad dirimió su destino con el filo de una espada. Dos puntos en concreto hacen que esta novela sea grata al público lector: destaca la construcción de los personajes que poco a poco, a lo largo del libro, van creciendo en importancia y complejidad haciéndolos inolvidables para cualquiera que se acerque a estas páginas; y por otro lado podemos observar como Luis Zueco se ha apoyado en un gran aparato bibliográfico para construir Tierra sin Rey y rescatar este hecho esencial de la historia tan olvidado. Aun así, que no se alarme el lector pues esta hilazón tan bien urdida a base de datos históricos no lastra la narración, al revés, pues la hace más rica y apasionante con una prosa rápida que hará las delicias de cualquiera que se deje engatusar por los dedos delicados de Clío. Así pues, les invito a que abran las primeras hojas de Tierra sin Fin y atraviesen sin miedo el umbral de una historia inolvidable en el que las batallas, los sueños y las acciones inmortales tejen el tapiz de las grandes novelas históricas. Si han decidido dar ese paso, solamente me queda decirles ¡Bienvenidos a una tierra de leyenda!... ¡Bienvenidos a una Tierra sin Rey!