Desde el siglo
VIII a.C las ciudades de la Magna Grecia, al Sur de la península itálica,
gozaron de gran prosperidad y brillaron en el campo cultural y económico de
manera especial. Ciudades como Posideonia, Siracusa, Crotona o Síbaris, por
ejemplo, destacaron por encima de otras ciudades del entorno, e incluso de las
de la propia Grecia. Pero fue esta última, Síbaris, la que más fama se llevó dejando
recuerdo inmortal en los historiadores, tanto que incluso creyeron que los
ciudadanos de esta ciudad pasaban el tiempo en interminables banquetes y
fiestas sin fin rodeados de lujo exorbitante.
Muchas leyendas
y curiosidades fueron las que envolvieron a esta ciudad. Algunas de ellas se
pusieron de moda, y era normal contarlas en las fiestas para diversión de los concurrentes.
Todas estas habladurías incluso crearon en el siglo V a.C un género literario
conocido como las Historias de Sibaritas
en donde se recogían todo tipo de chismorreos que protagonizaban los habitantes
de Síbaris. Por ejemplo se habla de que los sibaritas dormían sobre colchones confeccionados
con pétalos de rosas, y que no descansaban bien si alguno de ellos que se había
arrugado un poco. También se dice que una vez un habitante de la ciudad le
contó a otro que mientras paseaba por el campo vio a un campesino arando el
campo. El otro le ordenó enseguida que se callara pues con solo oírlo ya estaba
cansado. Y así cientos de historias, inverosímiles la mayoría, que servían de
diversión en los banquetes.
En cambio otras
curiosidades rozan la verosimilitud, como por ejemplo que para que los
ciudadanos no sufrieran estrés y pudieran dormir mejor estaba prohibido hacer
cualquier tipo de ruido, por lo que los carpinteros y herreros tenían sus
talleres fuera de la ciudad. E incluso se prohibió la existencia de los gallos.
Además también se sabe que nunca competían en las Olimpiadas ni hacían
ejercicio físico, pues si vivían en la abundancia ¿por qué no contratar
deportistas profesionales como entretenimiento?
Pero fue la
riqueza y refinamiento de Síbaris lo que llevó a esta ciudad a su perdición. Hacía
el 510 a.C entró en guerra con una ciudad vecina, Crotona, y pronto tuvieron
que encontrarse en campo abierto. El legendario atleta Milón de Crotona estaba
al frente de las tropas, pero aunque éstas parecían más pobres, su dirigente
sabía cual era el talón de Aquiles de los caballos sibaritas. Éstos habían sido
entrenados con música de flauta pues a los de Síbaris les gustaba ver a sus
caballos hacer cabriolas al ritmo de la música. Pues bien, este capricho les
iba a costar caro ya que los de Crotona, al ver que se acercaba la caballería
enemiga, en vez de aguantar con la lanza en ristre sacaron flautas y se
pusieron a tocar una melodía. Los caballos, en cuanto oyeron la música, se pusieron
a bailar y a derribar a los jinetes provocando el pánico en las filas de los de
Síbaris. Evidentemente perdieron la batalla. La molicie y el lujo acabó con
aquella cultura tan increíble.