La culpa de ello
lo tienen los Estatutos de Limpieza de Sangre, que a partir de finales del
siglo XV impedían que los judíos conversos, moros y protestantes ocuparan
cargos en distintas instituciones religiosas, universitarias, administrativas o
militares. Se sabe que tras la expulsión de los judíos de Navarra en 1498
algunas familias prefirieron no irse de sus casas, así que optaron por quedarse
en Tudela y ser bautizados como cristianos. Esta reciente conversión no fue
tolerada por sus vecinos que recelaban de que el cambio de religión solo hubiera
sido superficial, por lo que en 1610 colgaron en la Capilla del Cristo del
Perdón del Catedral de Tudela un lienzo o manta en la que aparecían escrito en varias
columnas los nombres de aquellos cristianos nuevos. Es por ello que si alguien
deseaba saber si alguien tenía pasados conversos “tiraba” de lista y lo podía
comprobar. Tanta era la fijación religiosa que si con el tiempo ese lienzo se corrompía
por la humedad inmediatamente se hacía uno nuevo, para que las generaciones
posteriores que fueran a la iglesia se avergonzaran de la poca nobleza de sus
antepasados.
Actualmente en
la Sinagoga del Claustro románico de la Catedral de Tudela se puede observar una
copia de esa manta de la que tantos fanáticos tiraron durante siglos.