Atención a las durísimas
condiciones que tenía que ostentar una persona para conseguir la ansiada Orden
de Santiago en el siglo XVII:
1/ El
pretendiente tenía que haber nacido de padres unidos en matrimonio, y que
ambos, a la vez, fueran hijos legítimos.
2/ Padres y
abuelos debían ser, mínimo, hidalgos viejos y no tener vestigios de sangre judía
o mora, a la vez que nunca tenían que haber sido investigados por el Santo
Oficio.
3/ El
pretendiente nunca tenía que haber participado en un duelo, ni haberlo
provocado.
4/ No estar
acusado de infamia o cualquier delito de sangre.
5/ Ningún
familiar del pretendiente, ya sean padres, abuelos, hermanos, debía haber
tenido oficios “sospechosos”, es decir, que alguno hubiera sido prestamista,
comerciante o haber ejercido algún oficio “vil o mecánico”.
Como se podrá
ver muy pocos eran los que podían reunir todos los requisitos. Por ejemplo al
gran pintor Velázquez le costó Dios y ayuda conseguir tal galardón. Entre 1658
y 1659 se entrevistaron a un total de 150 personas por toda la Península para
comprobar que cumplía todos los requisitos. Aun así, a pesar de ser uno de los
grandes pintores de la época y de todos los tiempos, la comisión no consideró
apropiado concederle tal galardón. Fue necesaria la intervención del rey Felipe
IV y del propio Papa para que le fuera concedida la Orden de Santiago en 1659.
Como curiosidad indicar que si uno observa el cuadro de Las Meninas (originalmente llamado La Familia de Felipe IV) se podrá observar al pintor sevillano
portando orgullosamente en el pecho la Cruz de Santiago. Pero hay que reseñar
que Las Meninas se pintaron en 1656
¡tres años antes de que le concedieran el galardón soñado! Así pues… ¿quién
pinto esa cruz? Hay algunos que piensan que fue el propio rey, de forma
póstuma, el que lo pintó con mano diestra como homenaje al genio de su pintor
de cámara. Pero lo más seguro es que lo retocara el propio Velázquez un año
antes de morir.
Pero sobre la
concesión de la Orden de Santiago a Velázquez, sigo prefiriendo la leyenda que apareció
años después, la cual dice que cuando el pintor estaba en el lecho de muerte,
Felipe IV fue a visitarlo. Al verlo tan consumido rápidamente pidió un bote de
pintura roja y hundiendo un pincel pintó sobre la pechera del “pintor de
pintores”, como dijo Manet, una preciosa Cruz de Santiago. Y aunque no fuera
cierto… ¿a qué es bonita la historia?