En 1468, Piero
da Vinci, padre del mítico Leonardo Da Vinci (1452 - 1519), sabiendo del gran
potencial que éste tenía llevó a su hijo al taller de Andrea Verrocchio (1435 –
1488) para que tomara clases con el artista florentino. Antes de admitirlo le
hizo un pequeño examen y Leonardo con gran maestría le hizo unos bocetos que
sorprendieron mucho a su nuevo maestro. Allí empezó a aprender las técnicas pictóricas
no solo de su maestro sino también de otros alumnos brillantes, como por
ejemplo Sandro Botticelli. Aun así, Leonardo Da Vinci era un auténtico titán
rodeado de hormigas pues se cuenta que una vez Verrocchio estaba trabajando en
una pintura titulada el Bautismo de
Cristo y encargó a su discípulo, es decir a Leonardo, que pintara uno de
los ángeles situados a la izquierda del lienzo. El maestro le dejó hacer sin
poner ninguna traba, pero cuando vio el resultado, no tuvo más remedio que
rendirse ante la increíble capacidad y belleza de lo que había pintado. Tanta
fue la perfección que Leonardo puso en estos ángeles que Andrea Verrocchio no
tocó nunca más un pincel, pasando a dedicarse a la escultura a tiempo completo.
Sin duda Andrea Verrocchio fue la primera victima artística del incomparable
Leonardo Da Vinci.