Cuando Ian
Fleming empezó a escribir la primera novela de James Bond, Casino Royale, el que sería el agente secreto más famoso de la
historia estuvo a punto de tener un nombre bien distinto, ya que el autor no le
encontraba uno digno para un hombre que tuviera licencia para matar. El sabía que debía ser “breve, carente de
romanticismo, anglosajón y muy masculino”. Un día dando vueltas en su estudio
sus ojos se posaron en un libro de ornitología titulado Guía de pájaros de las Indias occidentales. Pero lo que más le
llamó la atención no fue el título sino el nombre del autor, James Bond, y su
foto que respondía perfectamente a la fisonomía que debía tener su personaje.
Fue en este punto cuando nació uno de los iconos de la cultura popular más
famosos del siglo XX.
Tiempo después
Mary Wickham, la esposa de Bond, el ornitólogo, recibió una carta de Ian
Fleming en el que les ofrecía a modo de compensación “a ella o a su esposo un
uso ilimitado del nombre Ian Fleming, con cualquier propósito en el que crean
les pueda servir”.