¿Sabías que
Santa Teresa de Jesús era cataléptica? Pues sí, por lo menos una vez en su vida
lo fue. Era un 15 de Agosto de 1540, y Teresa, que en esos momentos tenía 25,
se encontraba muy mal de salud. Estaba muy débil y le dolía el pecho al
respirar. De pronto se mareó y cayó redonda delante de todo el mundo. Las
monjas del Monasterio de la Encarnación de Ávila para cerciorarse que había
muerto derritieron cera caliente en los parpados y le pasaron una vela por
debajo de la nariz. Pero la llama no se movió. Las monjas estuvieron tres días
rezando delante de su féretro, y al cuarto, mientras se estaba celebrando la
misa de difuntos su padre no pudo reprimirse más abalanzándose hacia el cadáver
para abrazarlo. Pero cuando lo tenía entre sus brazos éste sintió el calor del
cuerpo de su hija y rápidamente exclamó:
¡Esta hija no está para enterrar!
Acto seguido
Teresa abrió los ojos y ante el asombro general se levantó de su ataúd.