El 15 de Septiembre
de 1916, en el estancado frente de batalla del Somme, ante las miradas atónicas
de los alemanes atrincherados hizo su aparición una nueva arma que buscaba
cambiar el rumbo de la guerra: el tanque (en concreto el modelo Mark I). A lo
largo de la tierra de nadie avanzaban a una velocidad de dos kilómetros por
hora una especie de gigantes pepinos de hierro inmunes a los disparos de las
metralletas alemanas. El alto mando inglés se las prometía muy felices pensando
que gracias a este invento en breve podrían estar paseando por Berlín, pero
como fue norma general durante todo el conflicto fracasaron en sus expectativas
ya que muchos de aquellos tanques, aunque imbuían terror al enemigo haciendo
que salieran despavoridos de sus trincheras, algunos acabaron cayendo en
grandes agujeros o perforados por balas de acero. El domino del tanque en el
campo de batalla tendría que esperar a otra guerra futura.
Pero ¿por qué a
este ingenio se le llamaba tanque? Se sabe que
mientras se construía en secreto y se embalaban las piezas dentro de
grandes cajas, para evitar que los espías alemanes que pululaban por Inglaterra
informaran a sus superiores, se hizo correr el rumor que eran tanques de agua portátiles
destinados a las tropas inglesas acantonadas en el caluroso frente de
Mesopotamia. Lo curioso del asunto es que tampoco el nombre de tanque era el original
sino W.C. Las cajas al principio
tenían escritas estas letras en grande pero la gente se puso tan pesada
diciendo que lo que iba a la guerra eran retretes para acabar con el kaiser que
el oficial al mando de embalar las piezas cambio estas letras por las de tank, es decir tanque en español.
Fuente: La Primera Guerra Mundial contada para escépticos, de Juan Eslava Galán