En 1938 cuando
parte de la familia real española se encontraba exiliada en Roma, a doña María
de las Mercedes, futura madre de don Juan Carlos I, le quedaba todavía un mes
para que naciera su hijo. Don Juan, su marido, le preguntó al médico si era
prudente que él saliera a una cacería a las afueras de Roma ya que tenía miedo
de que su mujer se pusiera de parto y el no estuviera allí para ayudarla. El
galeno le tranquilizó diciendo que todavía se encontraba en una fase normal del
embarazo y que por lo menos en tres semanas no comenzaría. Así pues don Juan se
fue a pegar unos tiros, y mientras su esposa, para no aburrirse a solas, tuvo
la ocurrencia de acudir a un cine acompañado de su tío Alfonso XIII. Pero
cuando iban por la mitad de la película ella empezó a sentir los dolores del
parto por lo que fue llevada de urgencias al Hospital Anglo-Americano en donde
nació el futuro rey. Así pues Juan Carlos vio la luz con un mes de adelanto.
De inmediato la
dama de honor de Maria de las Mercedes, Angelita Martínez Campos, envió un
telegrama a don Juan comunicándole que el “bambolo
natto” (“El niño ha nacido”) y que volviera rápidamente a Roma. Y tanto que
lo hizo pues estuvo a punto varias veces de estrellarse con su coche Bentley e
incluso al aparcarlo a las afueras del hospital se pudo ver que había roto un
cojinete. Alfonso XIII lo recibió en la puerta y lo llevó a la sala donde
estaban los bebes. Le rogó que esperara un momento y, queriéndole gastar una
broma, le puso en los brazos un niño chino que una secretaria de la embajada
China había tenido en una habitación contigua. Llama la atención que después de
pasado el momento de las risas, don Juan, al coger a su hijo confesó que le
gustaba más el niño chino pues el suyo propio le parecía muy feo. Incluso a la
madre, tiempo después le confesaría a la prensa que su hijo era poco agraciado,
por no decir otra cosa: “el pobre nació ochomesino y tenía los ojos saltones.
Era feo, feo ¡como un dolor! ¡Era horrible! Menos mal que enseguida se
arregló”. Maria de las Mercedes tenía razón ya que con el tiempo aquel niño se
fue enderezando y adquirió buena presencia física. Este hecho posteriormente le
valió de mucho en las recepciones oficiales pues gracias a ello consiguió la
aprobación de la reina y futura suegra, Federica de Grecia.