Los fórceps son
un instrumento utilizado por los profesionales de la obstetricia para la
extracción del feto por el cuello del útero, compuesto por dos cucharas o ramas
curvas articuladas por una bisagra que
se agarran perfectamente a la cabeza del bebe. El inventor de este curioso
artilugio fue un médico francés del siglo XVI llamado Guillaume Chamberlen que
durante su adolescencia se fue a vivir a Southampton (Inglaterra). Muy pronto se
hizo famoso por ser un partero muy eficiente, extendiéndose de la noche a la
mañana la noticia de que casi no provocaba dolores a las parturientas. ¿Cuál
era su secreto? Parece ser que cuando le llamaban de una casa traía consigo una
caja enorme envuelta con un paño negro llevando en su interior el secreto de
sus éxitos profesionales: unos grandes fórceps fabricados por el mismo. Además,
para que ni la parturienta le pudiera ver en acción la cubría con una sabana. ¡Menudo
cuadro!
Su hijo Peter el
Viejo continuó la tradición familiar y también se hizo obstetra. Se trasladó a
Londres e igualmente mantuvo ocultó el secreto de los fórceps. Éste tuvo dos
hijos, Hugh y Peter quienes acabaron siguiendo de igual manera la profesión de
sus ancestros. Una vez el propio Hugh dijo:
Mi padre, mi hermano y yo somos los únicos
que practicamos en Europa un medio de dar a luz que no causa perjuicios a la
madre ni al chico, todo ello gracias a la bendición de Dios y a nuestros esfuerzos personales.
Pero pasado el
tiempo uno de los hijos (se cree que Hugh), debido a unas deudas, se vio
obligado revelar el secreto al venderle uno de los fórceps a un obstetra
holandes, el afamado doctor Roonhuysen. Éste lo puso enseguida en conocimiento
del cirujano Jean Palfyn, quienes no tardaron en mejorar este práctico invento.