jueves, 15 de enero de 2015

EL CIENTÍFICO TIRO POR LA CULATA



Un soleado día de 1726 el científico Johannes Bartholamäus Adam Beringer, profesor de la universidad alemana de Würzurb,  encontró unos fósiles nunca vistos hasta entonces. Este buen hombre no salía de su asombro al contemplar unos pedazos de piedra perfectamente conservados en los que aparecían gran tipo de animales: lagartos con sus características anatómicas intactas, abejas con sus panales, o arañas con sus telas increíblemente plasmadas… E incluso aparecían representadas de manera fidedigna las figuras del sol, la luna, las estrellas, además de algún cometa. Tiempo después escribió un libro titulado Lithographiae Wirceburgensis hablando sobre estos descubrimientos.

Pero lo que no sabía este buen hombre es que había sido víctima de una broma pesada. Un profesor de geografía y algebra llamado Ignatz Roderick, y un bibliotecario de la misma universidad, Georg von Eckhardt, habían maquinado un plan para divertirse a costa de la credulidad de  Beringer. Para ello mandaron esculpir en piedra un gran número de fósiles increíbles, y posteriormente enterrarlos donde normalmente el científico solía buscarlos. Al principio, cuando se produjo el hallazgo los bromistas no paraban de reírse y felicitarse por lo ingeniosos que habían sido. Pero cuando Beringer les comunicó que iba a publicar su libro se dieron cuenta que se habían pasado de graciosos, así que decidieron sacarlo del error. Se reunieron con él y le confesaron que todo había sido una broma cruel y que los fósiles que había desenterrado eran falsos. Pero fue inútil  puesto que Beringer siguió insistiendo, ante el asombro de los bromistas, que aquellos hallazgos eran verdaderos y que siempre defendería sus teorías. Cosa que hizo en su libro a pesar de las advertencias de sus amigos.