El día 11 de
Noviembre de 1918 a las 11 horas (11 -11 -11) acababa una de las mayores
locuras que ha producido la Historia: La Primera Guerra Mundial. En total había
durado cuatro largos años, pero hubo una persona que ese mismo día tuvo muy
mala suerte. Se trata del soldado George Price, del 28º Batallón de infantería
canadiense que fue alcanzado por una bala de francotirador dos minutos antes de
la noticia del armisticio. Por 120 segundos George no lo consiguió. Este fue el
último muerto de un conflicto que muchos llamaron “la guerra que iba a terminar
con todas las guerras”. Cientos de miles fueron las personas que habían muerto
o bien en los campos embarrados de batalla, o bien de hambre y sin sentido en
la retaguardia. Con todo ello parecía que nunca más se iba a repetir este
infierno, y hubo un tiempo en el que al parecer iba a ser así. Se le llamó el
tiempo de entreguerras (1919-1939) y ante los supervivientes se abría un
periodo de sueños y esperanzas confiando que todo lo vivido hubiera sido una
pesadilla. El escritor Óscar Sainz de la Maza ha escrito el libro Breve Historia de Entreguerras, y en él
nos narra con gran vigor la crónica apasionante de 20 años que marcaron el
siglo XX.
Muchos
historiadores coinciden que este periodo de entreguerras es meramente un tiempo
en el que los antiguos combatientes se tomaron un respiro para prepararse para
el siguiente round, el cual será más
temible que el anterior. Desde mi punto de vista me adhiero a este pensamiento,
creyendo que tanto la Primera como la Segunda Guerra Mundial es esencialmente
una gran guerra civil europea con breves episodios bélicos en donde los futuros
países ensayan sus armas, como por ejemplo la Guerra Civil Española (1936-
1939). Aun así este tipo de pensamiento, aunque casi acertado, tiene un punto débil,
y es el de hacer creer al lector que el periodo de entreguerras es algo soso en
el que no ocurrieron muchas cosas. Se equivoca quien piense así, y es en este
ensayo donde nuestro autor nos muestra un tiempo interesante a la par que apasionante.
Desde el duro Tratado de Versalles (1919) los países perdedores, sobre todo
Alemania, se sienten agraviados pues no
solo consideran que se ha menoscabado su honor, sino que también las caninas
condiciones impuestas por los ganadores han provocado una gran crisis no solo
institucional e inflacionista en el país germano, llevándoles a la hambruna y al alzamiento de pensamientos
extremistas que prometen el cielo a los denigrados alemanes. Es por tanto
tiempo de fascismos y exaltaciones como lo demuestra la llegada de Mussolini al
poder en Italia o Hitler en Alemania. Como consecuencia de ello estos
territorios comienzan a rearmarse de manera fiera.
Las democracias
occidentales, como Francia, Inglaterra, o Estados Unidos parecen no darse
cuenta y se sumergen con delectación en lo que se denomina los locos años 20.
Fiestas, champan y sueños de gloria parecen no tener fin. Pero todo esto tendrá
un duro despertar con el denominado crack del 29 que arrastrara a estos países y
a los de su entorno a una triste realidad de pobreza. Esta crisis afectará
sobre todo a Estados Unidos que no se desprenderá de ella hasta casi la Segunda
Guerra Mundial. Pero hasta que llegue esta fecha el mundo que se abre ante la
juventud es de tonalidad dorada. Los países en su mayoría comienzan a mejorar económicamente,
sobre todo en la tierra del Tío Sam, e incluso es interesante comprobar cómo
los grandes afectados de la guerra son ayudados
con programas como el promovido en el llamado Plan Dawes. Aunque éste generará
en otros lugares, como Alemania, más pobreza al crear el problema de la hiperinflación
de precios en donde el marco no valdrá nada.
Por tanto nos
encontramos en el libro Breve Historia de
Entreguerras, un periodo de contrastes en el que mientras la mitad del
mundo no para de bailar en otros lugares algunos compran pan a precios
millonarios. Se crea la Sociedad de Naciones para evitar errores del pasado,
pero, a la vez, gracias a sus malas políticas, fomentan los fascismos que
pasado el tiempo harán estragos en aquella juventud valiente y despreocupada
que atiborran los grandes locales de fiestas. El autor, Óscar Sainz de la Maza,
nos presenta un libro apasionante que hará la delicias de los lectores que
deseen tener un complemento ideal con el que comprender el siglo XX, aunque les
he de confesar que al terminarlo sentí algo de pena al constatar cómo un tiempo
de promesas brillantes serían posteriormente barridas por los, de nuevo, cuatro
Jinetes del Apocalipsis que un simple y resentido cabo alemán había acunado en
su interior.