¿Sabías que el
origen de esta expresión proviene de la pillería que utilizaban algunos
taberneros para vender sus botellas o pellejos de vino? Hace mucho tiempo, no
existían los productos conservantes que existen ahora y por ello el vino que se
vendía en las tabernas de los caminos se tenían que consumir, como muy tarde,
en un año. Pasado ese tiempo el vino comenzaba a picarse y solamente se podía
utilizar como vinagre o alcohol para curar las heridas. Así pues los taberneros
se encontraban con un problema grave ya que tenían que vender rápidamente su mercancía
antes de que pasara ese plazo y se estropeara. Para ello recurrían a la
siguiente picardía: cuando alguien pedía un vaso de vino le ponían al lado una
tapa de queso para que enmascarara el sabor. Al viajante que le había gustado
el producto consumido, y no se había dado cuenta de la trampa, se llevaba unas
cuantas botellas a su casa, notando posteriormente el engaño cuando se tomaba
un lingotazo de ese vino en la intimidad de su casa.