domingo, 5 de julio de 2015

EL CICLISMO AL SERVICIO DEL BIEN




Durante la Segunda Guerra Mundial fueron muchas las personas que decidieron arriesgar sus vidas para salvar a los judíos de los campos de concentración y de ser ejecutados sin piedad. Artistas, diplomáticos, soldados y hasta deportistas optaron por anteponer su conciencia antes que su seguridad para poner a buen recaudo a cuantos judíos hubiera a su alrededor. Uno de estos héroes fue el ciclista italiano Gino Bartali, más conocido como Il Ginettacio (1914 – 2000), quien gracias a su actitud desinteresada salvo a cientos de ellos y que por tanto  fue reconocido posteriormente como  Justo entre las Naciones por su impecable conducta moral. Este deportista, ganador de tres Giro de Italia y dos Tour, durante el conflicto se entrenaba con toda normalidad por las carreteras secundarias de su Toscana natal, pero un buen día recibió la visita del cardenal Elia Angelo Dalla Costa el cual le propuso un arriesgado plan para salvar a los más de 15.000 judíos que habían llegado a Italia y que debido a las leyes raciales que se estaban imponiendo en el país estaban escondidos en iglesias, conventos y otros centros de tipo religioso. Esta difícil misión consistía en que Bartali debía pasar clandestinamente documentos falsos y fotos con los que muchos perseguidos podrían salvarse de las garras de los nazis y fascistas italianos. Nuestro ciclista comprendió enseguida lo que se esperaba de él y no dudó un minuto en comprometerse. Para ello escondía los documentos en su bicicleta y como era famoso ninguna persona lo paraba en los controles de carretera. Según cuenta en sus memorias Giorgio Nissim, otro de los cerebros de la operación, Bartali logro salvar, gracias a este método, a un total de 800 judíos. Así pues un buen número de generaciones posteriores de judíos le deben a las piernas de este héroe silencioso su existencia.