lunes, 7 de septiembre de 2015

LOS PAVOS PARACAIDISTAS



Como en la gran mayoría de ciudades de España la Guerra Civil hizo que la población de la provincia de Jaén se escindiera en dos grupos irreconciliables. Al comienzo del conflicto la Guardia Civil fue desarmada por las fuerzas leales al Estado por temor a que se aliaran con los generales sublevados, ocasionando con ello el consiguiente rencor de este cuerpo militar hacia los republicanos que les habían humillado. Por ello un mes después, el 18 de Agosto, el nuevo capitán de la Guardia Civil, Santiago Cortés, decidió refugiarse en el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, en Andújar, llevándose consigo a 165 soldados de la benemérita, sus familias, algunos vecinos de la población que no comulgaban con los ideales republicanos, y cuatro sacerdotes. En total unas mil personas. Pero pronto los refugiados, ante el avance de las tropas republicanas, se convirtieron en sitiados, y como es natural las reservas comenzaron a escasear. En cuanto les fue posible consiguieron contactar con las tropas nacionales para que les abastecieran y de esta manera poder resistir los continuos ataques que se estaban produciendo alrededor del Santuario. Pero una cosa era pedirlo y otra hacerlo, pues aquel lugar estaba rodeado por todos los sitios y era imposible colar por tierra algún alimento. Por tanto se pensó que la única manera de hacerlo era por el aire. La forma de hacerlo era muy difícil ya que el Santuario no era muy grande y lanzar los bastimentos en paracaídas era imposible pues siempre caían en zona republicana. Es por ello que se ideó dos maneras de hacerlo. Una, lanzándose en picado los aviones para que cuando estuvieran cerca del objetivo dejaran caer los paquetes y rápidamente remontar el vuelo. Y la otra forma, la más curiosa, era lanzar pavos sobre el objetivo con la carga de comida, agua o medicinas, atadas a sus patitas, pues es sabido que cuando un pavo cae desde cierta altura comienza a revolotear sin parar, aminorando por tanto el impacto. Además, el pavo también les serviría de comida en un futuro. Pero a pesar de lanzarse una buena cantidad de pavos, esto no impidió que el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza cayera en manos republicanas a principios de Mayo de 1937, nueve meses después de haberse comenzado el asedio.