Uno de los
elementos esenciales de un conflicto armado es sin duda la logística y el buen aprovisionamiento
del ejército. Si se tiene en cuenta este factor, sin duda alguna ya se consigue
una buena base para la victoria final. Los contingentes armados de la
antigüedad muchas veces no tenían este problema ya que la mayoría de los
soldados no eran profesionales sino meros campesinos que al terminar la batalla
volvían a sus tierras a recoger la cosecha. Eran esencialmente guerras
estacionales. Pero con el paso de los siglos y el aumento de los imperios en el
planeta esta idea se fue quedando arcaica. Los ejércitos estaban más tiempo en
el frente y por eso o bien conseguían aprovisionarse con lo que había en
territorio enemigo o bien cuidando la línea de enlace con el centro neurálgico del
ejercito. Eso sí, el problema era que cuanto más se avanzaba el cordón
umbilical de los suministros era más delgado y estaba más expuesto al enemigo y
es por eso que debía tenerse especial vigilancia para que el ejército no se quedara sin
pertrechos ante un posible ataque. Un caballo podía alimentarse de cualquier hierbajo,
pero las maquinas de guerra del siglo XX necesitaban para vivir algo más que hierba:
petróleo y carbón. Ese aceite de piedra era la savia con la que los tanques,
aviones y otros medios de destrucción podían funcionar. Es por eso que el petróleo
fue uno de los objetivos más codiciados durante la Segunda Guerra Mundial. El
que amasara más aceite negro lograría sin duda la victoria final.
Este es uno (de
muchos) de los principios básicos que trata el libro que tengo entre manos: Operación Fall Blau, de Juan Pastrana Piñero.
El autor nos lleva al momento clave de la Segunda Guerra Mundial en el Frente
Oriental, cuando los alemanes deciden atacar y conquistar la zona sur de Rusia,
el Cáucaso y así poder controlar esa rica zona. Remontemos al 22 de Junio de
1941 cuando el ejército teutón emprende uno de los ataques más grandes de la
Historia: la Operación Barbarroja. En un principio este ataque, al igual que
los realizados en el Oeste, surte efecto y destroza a las fuerzas rusas, pero
cuando los alemanes llegan a puertas Moscú se estrellan contra sus puertas. Los
rusos, repuestos del shock inicial, y tirando de su enorme masa de soldados,
consiguen repeler al enemigo y lo hacen batirse en retirada. La Wehrmacht está
acostumbrada a la guerra relámpago (Blitzkrieg)
y no a una guerra de desgaste. Es por ello que Hitler, viendo que su ejército
está atascado, y no queriendo tener dos frentes abiertos por mucho tiempo fija
su vista en el sector Sur de Rusia y más allá: los jugosos pozos petrolíferos del
Cáucaso. Con ello quiere, por un lado el colapso económico de Rusia, y por otro
los anhelados e inmensos recursos petrolíferos que le proporcionaría su
conquista para poder así luchar hasta la victoria final.
Así pues el 9 de
Julio de 1942 ordena que se abran dos líneas nuevas de ataque. Por un lado el
Grupo B bajo el mando del mariscal Maximilian von Weichs junto al VI Ejercito
bajo el mando de otro general, Friedrich Paulus; y por otro el Grupo A bajo el
mando del mariscal Wilhem von List. Y es precisamente sobre este último grupo
sobre el que centrara nuestro autor su trabajo, aunque tampoco se olvidara de
sucesos colaterales a esta operación como es la mastodóntica Batalla de
Stalingrado (1942 – 1943). Como ocurrió un año antes las fuerzas alemanas
consiguen conquistar buena parte del Cáucaso en poco tiempo, a pesar de que
algunas ciudades costeras todavía se resisten. Conquistan mucho territorio,
pero a pesar de su dimensión no es de vital importancia ya que se quedan a las
puertas de los pozos petrolíferos, como por ejemplo el de Bakú. Como
consecuencia muchas unidades se quedan en mitad de tierra de nadie, a merced de
las renacidas fuerzas soviéticas y sin combustible. Hitler, como es su
costumbre, se impacienta con este revés y el 9 de Septiembre se cansa
de la Fall Blau y fija su mirada en la ciudad de Stalingrado. Anhela
conquistarla y así rebajar la moral de su archi enemigo Stalin. La ciudad del Volga se convierte en algo más
que un enclave estratégico, es ya una cuestión de honor. El 19 de Noviembre los
rusos comienzan la cacería de las tropas alemanas que han quedado dispersas por
el Cáucaso y las empuja de vuelta hasta Ucrania. La anhelada Operación Fall
Blau había fracasado y como consecuencia de ello el ejército alemán sufrirá
posteriormente su mayor derrota en Stalingrado. Los vientos de la guerra
comenzaban a cambiar y muy pronto Hitler y sus gerifaltes sentirían en su
rostro el huracán rojo.
El libro de Juan
Pastrana Piñero, Operación Fall Blau,
nos muestra todos los pormenores de esa arriesgada jugada con la que el Führer
quiso conquistar el Cáucaso. Se apoya en un aparato crítico impresionante y lo
narra de manera apasionante para que cualquier lector pueda vibrar con esa
parte de la historia bélica que queda un poco arrinconada frente a la Batalla
de Stalingrado. Analiza de manera brillante los antecedentes, desarrollo y
consecuencias que tuvo esta operación y cuáles fueron sus momentos cruciales. Así
pues les animo a acercarse a este ensayo y disfrutar de uno de los momentos
claves de la Segunda Guerra Mundial y revivir el momento en que dos
superpotencias armadas lucharon a brazo partido por conseguir el dominio de la
sangre de la tierra, el petróleo.