El 23 de Agosto
de 1973 un ex presidiario llamado Jan Erik Olsson junto con otro cómplice
conocido como Clark Oloffson se personaron en la sucursal Kredinbanken de
Estocolmo (Suecia) con la idea de robar el banco y llevarse un buen botín. Pero
lo que empezó como un simple robo acabó siendo toda una odisea tanto para los
atracadores como para la gente que estaba dentro del banco. Esto se debió a que
precisamente se les había ido a ocurrir atracar la sucursal donde los policías
cobraban sus nominas al día siguiente. Así pues en cuanto se enteraron en
comisaria de lo que estaba ocurriendo sitiaron el recinto con gran prontitud. Nunca
se había visto a los policías acudir tan rápido a liberar el banco. En cuanto
llegaron allí rodearon el lugar e impidieron que Jan y Clark pudieran huir con
el dinero. Esta situación produjo que secuestraran a tres mujeres y un hombre
que se hallaban dentro y amenazaran con matarlos si no les dejaban salir.
El secuestro
duró en total cinco días, pero lo que más llamó la atención a los policías que
detuvieron a Jan y Clark fue que los
propios rehenes, en vez de estar enfadados con su captores, se pusieran de
parte de ellos. Una le dió unos besos a Olsson e incluso después se negaron a
testificar contra ellos. Esta actitud no pasó desapercibida a la población,
sobre todo al criminólogo y psicólogo Nils Bejerot el cual estudió
detenidamente el caso y le puso el nombre de Síndrome de Estocolmo. En
resumidas cuentas este síndrome nos habla de cuando una víctima de secuestro o abuso
simpatiza y siente gratitud hacia su propio secuestrador o maltratador.