A cualquiera que
se le pregunte cuál es la capital de
Estados Unidos, obviamente responderá que Washington D.C. Eso es algo asumido,
pero ¿sabías que durante cierto tiempo la ciudad de Nueva York fue la capital
de ese país? Pues sí, ocurrió entre el 11 de enero de 1785 y el 12 de agosto de
1790. Y fue durante esos cinco años que la
ciudad que nunca duerme acogió las reuniones del Congreso de la nueva
nación. Para ello se habilitó un edificio, el Federal Hall, que está situado
cerca de la sede de la Bolsa de Nueva York, y que además fue donde George
Washington tomó posesión como primer presidente del país en 1789 (actualmente
se puede ver una estatua conmemorativa de él delante de este edificio). Pero
como no había sitio suficiente para acoger el Congreso y los nuevos
ministerios, los congresistas tuvieron que acudir a otro lugar, la Taberna
Fraunces, situada en el 54 de Pearl Street, para hacer sus trabajos. Su dueño, un tal
Samuel Fraunces, había sido un activista, además de espía, muy importante
durante la guerra de independencia, y por eso no tuvo problema en alquilar
parte de su edificio para acoger los ministerios de Exteriores, Guerra y del
Tesoro. Me imagino que los congresistas entre papeleo y papeleo no tendrían
problema en servirse alguna que otra pinta de cerveza con la que alegrar su
trabajo.