Cuantas
películas del Salvaje Oeste habremos visto y en cuantas habremos oído decir al barman que regenta el saloon del lugar decir al cowboy
protagonista: “¡Aquí, forastero, solo servimos whisky!”. ¿Y quién le iba a
decir a ese pistolero profesional, que aquel dorado liquido que sostiene en
esos momentos entre sus dedos, tiene su origen siglos atrás, y que ya se hacía
en lugares mucho más lejanos que el otro lado de río Mississippi? Pues sí,
tendríamos que remontarnos a la misma Edad Media cuando en algunos monasterios
los monjes, trasteando entre sus herramientas, conseguían el llamado aqua vitae (agua de vida), que era el resultado del liquido que salía de
sus alambiques. Con el tiempo esta expresión latina pasó en gaélico a
denominarse uisge beata, y de ahí, de
ese uisge pasó a usqua. Es fácil imaginarse que su transformación en la palabra uisqui era cosa que tenía que pasar con
el tiempo. Caer por su propio peso, o mejor dicho por su propia pronunciación.