La historia
militar, sobre todo la japonesa, se ha encargado de mostrarnos a los guerreros samuráis
como luchadores casi invencibles, temidos sobre todo en el campo de batalla
debido a su arrojo y tendencia suicida al combatir. Pero hubo una vez un hecho
que desmiente esta aseveración ya que los guerreros nipones sufrieron una derrota
de lo más humillante. Se produjo a finales del siglo XVI, época en que al Océano
Pacífico se le conocía como el lago
español. En 1580 el gobernador español en las Filipinas, Gonzalo de
Ronquillo, recibió una noticia en la que se decía que unos terribles piratas
japoneses estaban asolando la provincia de Luzón, sembrando de muerte y
desolación aquellas costas. Ante este hecho el gobernador no dudo en enviar al
capitán de Armada Juan Pablo de Carrión al mando de siete embarcaciones
repletas de infantes de Marina de los Tercios de Mar. La orden principal era
acabar con aquellos samuráis y devolver la paz a la zona.
Al poco de salir
la marina española se topó con un barco nipón al cual derrotaron fácilmente lo
que produjo que los japoneses enviaran a su vez otros diez navíos que igualmente
fueron derrotados tanto en el mar como en tierra. La victoria de los Tercios de
Mar fue aplastante y de esta manera pudieron expulsar a los samuráis de las
Filipinas. Llama la atención que a resultas de aquellas acciones las crónicas
japonesas hablaran que sus soldados habían sido atacados por unos seres mitad
demonios mitad lagartos que salían en tromba de unos extraños barcos negros y
que por tanto eran imposibles de derrotar. A partir de entonces los japoneses empezaron
a llamar a wo-cu (peces-lagarto) a
los soldados españoles.