Durante la Edad Media uno de los gremios con mayor prestigio fue la de los constructores de catedrales. Éstos tenían un espacio reservado junto a las obras, a cubierto de los fríos y de las lluvias, en donde los albañiles (maçon, en francés) se reunían para ejercer diversas tareas como por ejemplo descansar, comer o trabajar en los planos de la susodicha catedral, palacio o casa señorial. Por tanto de ahí viene el origen de este vocablo. Las logias en esencia ejercían dos funciones: por un lado era el lugar donde el maestro de obras y sus ayudantes dibujaban los planos en el tablero de una mesa o en el suelo de yeso, e igualmente también allí un tribunal se ocupaba de impartir justicia y hacer cumplir las ordenanzas y castigos.
Ya sabemos de dónde proviene la palabra masón, pero ¿y su derivaba francmasón? Este vocablo es originario de las islas británicas, en concreto del inglés free-stone-mason. Aparece por primera vez en 1350 y hace alusión a los albañiles más diestros que trabajaban la piedra de mayor calidad que servían de adorno para los capiteles o las esculturas. Éstos se diferenciarían de los rough-stone-mason que eran simplemente otros albañiles más toscos que solamente ejercían su trabajo en las piedras de sillería. Los primero albañiles, los más especializados, tallaban lo que se llamaba piedra libre o franca es decir free-stone y por tanto este calificativo hace referencia al material de la piedra y no a la condición del hombre. De ahí con el tiempo derivaría en franc-mason, pedreiro libre, libre murador, libreri murtori o francmason…