Es sabido por todos que uno de los trabajos que tuvo Camilo José Cela durante el franquismo fue el de censor. Pero por si alguien todavía se asombra de este hecho gustosamente le pondré en antecedentes. Durante los años 1943 y 1944 Cela estuvo trabajando en el turno de mañana en el departamento de Censura de Revistas que estaba incluido dentro de la Sección de Información y Censura. Se encargaba de revisar y anular las galeradas “no apropiadas” y enviarlas a Asuntos Exteriores para decidir su futuro.
Pues si esta información les ha parecido chocante en la figura de tan excelso escritor, esto que les voy a contar ahora les va a sorprender aun más. Pasado un tiempo, después del trabajo de la censura, Cela volvió a trabajar activamente para el gobierno franquista, pero esta vez como informante o topo de sus compañeros escritores. En 1963 se dirigió al Ministerio de Información y Turismo, que en aquellos momentos regentaba Manuel Fraga Iribarne, para denunciar las actividades de un grupo de escritores críticos con la actuación que se había producido contra los mineros de Asturias.
Camilo José Cela da consejos a Fraga sobre cómo tratar a los 102 intelectuales que pensaban enviar una carta al Ministerio de Información exponiendo sus quejas. El escritor gallego indica a Fraga que la mayoría de los escritores “eran perfectamente recuperables, sea mediante estímulos consistentes en la publicación de sus obras, sea mediante sobornos”. Además “considera imprescindible montar un sistema para estimular a estos escritores montándoles una editorial privada o entendiéndose con una que ya exista”.
Camilo José Cela también da constancia de la afiliación de la mayoría de los compañeros escritores, pues según él, 42 estaban afiliados al Partido Comunista. E igualmente carga individualmente contra algunos, como por ejemplo Pedro Laín Entralgo de quien dice que “estaba muy preocupado e incluso asustado, por ser persona mucho más medrosa que Aranguren”
Pues ya ven, que a parte de tener en su curriculum el Nobel de Literatura, hay que añadirle el de censor y topo entre sus amigos intelectuales.