Son seres, imberbes, musculosos, salvajes, extraordinariamente resistentes al frío, al hambre y a la sed, desfigurados por los ritos de deformación craneana y de circuncisión que practicaban, e ignorantes del fuego, de la cocina y de la vivienda.
(Amiano Marcelino, historiador romano)
Imaginad que estáis viviendo a comienzos del siglo V d.C. Cerrad un momento los ojos e intentad que vuestra mente os deposite a las afueras de la capital del imperio más grande de la antigüedad. Con los ojos del corazón mirad a vuestro alrededor, Roma ya no es la que era, no es el sueño de gloria que conquistaba el mundo al paso de las sandalias de sus aguerridos legionarios. Su nombre ya no es el terror de las demás poblaciones del orbe, sino solamente el susurro de una edad de oro ya perdida. Ya todo es decadencia, y el romano solo espera el toque de gracia que le haga caer en el olvido. Pero… seguid indagando en vuestra imaginación y situaros frente a una hoguera fuera de las murallas de la ciudad, murallas ya no tan fuertes sino carcomidas por la hiedra y el desenfreno de una pesadilla. Allí junto al fuego se arremolinan los ciudadanos que huyen de la capital, y amedrentados se reúnen unos junto a otros buscando compañía y seguridad. No quieren volver la vista atrás pues saben que un eco de terror está a punto de llegar del Este. Las puertas del infierno se han abierto y han dejado salir a unos misteriosos jinetes, unos dicen que de la mágica Escitia y otros que son hijos de brujas, llamados Hunos. Pero ese miedo se hace más grande por un solo nombre que se musita en voz baja entre los labios… Atila. Ya vienen y que Dios coja confesado a quienes se encuentren frente a los cascos de sus caballos de fuego.
He aquí el punto de partida del libro que hoy les traigo para su solaz, Atila y los Hunos, de Ana Martos, editado por Nowtilus a principios de este año. Un libro, por lo demás necesario para conocer de manera fidedigna, clara y concisa la epopeya de estos jinetes que aterrorizaron a medio mundo creando a su alrededor un halo de leyenda que perdura y perdurará por los siglos de los siglos. La escritora nos habla aquí esencialmente sobre la historia de la tribu de los Hunos desde su incierto origen allá en el lejano Este, siglo II a.C, provenientes de la casta de los xiongnu, conquistadores de medio Oriente, hasta su extinción tras la batalla de los Campos Cataláunicos (451 d.C) y el final de su gran líder Atila. Una auténtica gesta que fue el gran cierre de una época y que dio paso a otra más larga y oscura.
Este magnífico ensayo de Ana Martos, lo podemos dividir en tres partes bien claras. En un principio nos habla de los orígenes y formación de esta casta de guerreros y como supieron ir creciendo en importancia frente a otras tribus “bárbaras” sin olvidar en ningún momento sus costumbres nómadas, ni la importancia que le daban a la caza, primero de animales y posteriormente, andando los siglos, de hombres hasta llegar a las mismas puertas de Roma en su continua afición cinegética. Luego podemos destacar un núcleo central en el que la autora se recrea y que es esencial para comprender las causas y motivos que produjeron la caída del Imperio Romano. Ana Martos incide, y en este punto estoy totalmente de acuerdo con ella, en que los Hunos, desde la mismísima Muralla China, sirvieron de látigo y acicate a las demás naciones bárbaras para lanzarse sobre las fronteras del imperio ejerciendo una presión insostenible que haría caer esas fronteras. Desde el Este, los hunos se fueron expandiendo como una mancha de aceite sobre todo el Oriente empujando como fichas de dominó a los demás pueblos, como godos, visigodos, ávaros, ostrogodos… hacia Roma, provocando una auténtica estampida de terror que acabo desbordando los limes en todos los frentes. Un mar de miedo sacudió al imperio y ni las continuas negociaciones de los débiles y efímeros emperadores, como Valente, por ejemplo, pudieron poner puertas al campo. Cientos de miles de personas de distintos pueblos se encontraron entre la espada y la pared, llegando a producirse situaciones dramáticas. Los días de Júpiter estaban contados.
La fiesta de Atila (Mor Than)
Y finalmente hemos de ver una tercera parte final en la que domina una figura de leyenda que pasaría a la historia con un nombre, Atila, y con un sobrenombre que por un lado seria su nombre de guerra, y por otro una desgracia… el azote de Dios. En este culmen de la epopeya de los hunos se alza como icono terminal un jefe que sabría reunir a todas las tribus de su pueblo. Un auténtico coloso, un dios de la guerra perfecto para un pueblo que adora el conflicto por naturaleza. Al frente de la gran confederación de pueblos tanto amigos como aliados por circunstancia con los hunos supo llevar a sus miles de guerreros a la victoria y plantarse en las mismas puertas de Roma frente, según dice la leyenda, al mismísimo León I el Magno. Pero no solo nos habla la autora de sus incontables conquistas y proezas, que fueron muchas y muy sonadas, sino que también se adentra en la verdadera personalidad de este titán de la Historia, quitándole todo elemento mágico y misterioso que se ha agregado a su persona durante los siglos posteriores enseñándonos que no solo era guerrero sino también un líder sabio que se rodeaba de una corte de pensadores y buenos administradores, haciéndonos pensar en alguno momento, que a lo mejor dentro de su cabeza anidaba no ser solamente un bárbaro sino un aliado permanente de Roma… ser romano en esencia. Pero todas estas ideas y todo el poder se derrumbo en una fecha y en un sitio: las Galias, en la batalla de los Campos Cataláunicos (451 d.C). Todo ese poder de los hunos encontró su tumba en aquella mítica batalla, y como si todo hubiera sido un sueño o pesadilla nocturna, aquellos jinetes se deshicieron posteriormente como un mal recuerdo. Al igual que el imperio de Alejandro el Magno, los Hunos no supieron sobrevivir a su rey (muerto en sus bodas en el 453 d.C) posteriormente. Aun así, aunque hubieran desaparecido, ni el imperio ni toda Europa fueron iguales que antes. Todo había cambiado, una nueva vida comenzaba.
Si algo de lo que he comentado en anteriores párrafos les ha llamado la atención, les recomiendo entonces vívamente la lectura de este libro, Atila y los Hunos, de Ana Martos Rubio, pues colmará con toda sencillez y rigurosidad histórica cualquier duda que tenga sobre este tema y podrá ver como en un momento destacado de la antigüedad el Oriente avasalló al Occidente buscando una nueva oportunidad de vivir y de glorificarse. Una historia de violencia, y pasión, de riesgos y épica sin fin que sumergirá al lector en una lectura apasionante donde descubrirá a un pueblo con unas costumbres que no conocía y una cultura impresionante. Atila y los Hunos, una autentica oportunidad de ver y sentir la historia, una lectura que le atrapara de principio a fin.
El Papa León I conferencia con Atila en la rivera del río Po (Rafael, 1512)