En Toledo, cerca
de la famosa Plaza de Zocodover hay una pequeña calle, algo estrecha, conocida
como la del Hombre de Palo. Curioso
nombre, pero el viajero que observa la placa detenidamente se queda pensando
¿quién era ese hombre? ¿y cómo podía estar hecho en madera? La respuesta es de
lo más curiosa y para conocerla hemos de remontarnos al siglo XVI ya que en 1534
esta ciudad imperial adopto a un nuevo vecino llamado Juanelo Turriano (Cremona
1500 – Toledo 1585), al cual se le puede considerar como el Da Vinci español
pues desde muy joven fue solicitado por los grandes reyes y Papas, como Carlos
I, Felipe II o Gregorio XIII, por sus
habilidades como ingeniero o relojero. Según cuenta la tradición, mientras
duraba la construcción del increíble ingenio mecánico que proveía de agua a la
ciudad desde el Tajo, el ingeniero no recibía puntualmente sus emolumentos
llegando muchas veces a estar en la mismísima ruina. Así que un día construyó
en su casa un hombre de madera, que gracias a un artilugio interno le permitía
recorrer las calles de Toledo con una hucha entre las manos para recoger las
limosnas de la gente y así no morir de hambre. Cuando alguien introducía una
moneda en la hucha, ésta al caer activaba un resorte permitiéndole hacer reverencias
en agradecimiento por su generosidad.
En cambio otros
estudiosos del tema opinan que era imposible que Turriano, a pesar de ser un
genio, pudiera haber creado a un ser antropomórfico que caminara solo por las
calles y luego volviera a casa sin ninguna ayuda. Por tanto creen que el Hombre
de Palo era solamente un muñeco estático de madera que pedía limosnas en una
céntrica calle de la ciudad para un hospital que se estaba construyendo cerca,
precisamente la del Nuncio Viejo. Que andara solo o que fuera un simple trozo
de madera nunca lo sabremos pues no ha quedado ninguna muestra de él ya que
acabó sus días en la hoguera.