Uno de los grandes
lastres que tuvo que soportar el ejército español durante la Guerra de
Independencia fue su propio Capitán General Gregorio García de la Cuesta ( 1741
– 1811), pues ya desde el principio de la contienda se pudo ver que era un
oficial muy mayor (67 años) para enfrentarse a las fuerzas napoleónicas.. Un
ejemplo de esta torpeza senil la podemos ver durante la Batalla de Medellín (26
de Marzo de 1809) cuando fue herido en pleno combate y al momento fuera
pisoteado por su propia caballería. A raíz de este accidente tan chusco García de la Cuesta quedó
inválido por lo que tenía que moverse montado en un enorme y pesado coche tirado
por nueve mulas, provocando que sus tropas tuvieran que moverse más despacio
para no dejarle atrás. Pero esto no fue
lo peor ya que además de las secuelas físicas el accidente también le dejó
otras de carácter mental, comenzando a vivir en un mundo irreal en el que algunas
veces no distinguía la guerra de verdad y la guerra que habitaba en su mundo
interior. Como consecuencia de ello mandaba sus regimientos de un lado a otro
sin sentido alguno. La mayoría de las veces a una muerte segura.
Llama la
atención el que general inglés Wellington, debido a su avanzada edad, le
tuviera tanta paciencia. Y ganas no le debieron de faltar para no abroncarlo
pues se sabe que durante los preparativos de la Batalla de Talavera (27 y 28 de
Julio de 1809) cada vez que éste proponía una decisión García de la Cuesta continuamente
repetía ¡No!, sin saber lo que decía.
Pero esta locura no duró mucho tiempo pues en 1810 sufrió un derrame cerebral
que le dejó incapacitado para seguir comandado las fuerzas españolas. Se retiró
a Mallorca y murió al año siguiente.