miércoles, 3 de junio de 2015

UN PAPA MUY VENGATIVO



El Papa Clemente VI, pontífice entre 1342 y 1352, ha pasado a la historia como un personaje al que era mejor no engañar si uno quería seguir conservando su vida. En el año 1348 un rico comerciante veneciano viendo que una enfermedad estaba a punto de llevarle a la tumba se acercó a la iglesia más cercana y entre rezo y rezo prometió que si se curaba donaría una perla de gran tamaño en agradecimiento por el milagro. Y así fue, pasado el tiempo nuestro comerciante se recuperó y como era hombre de palabra él mismo fue el encargado de llevar la perla al mismísimo Vaticano. Pero el problema surgió cuando los doctores de la Iglesia descubrieron que aquella bella joya había pertenecido a un relicario que hacía poco tiempo había sido expoliado. Y para más inri, resulta que se trataba del relicario al que pertenecían los cráneos de San Pedro y San Pablo, santos principales de la Iglesia cristiana.

El Papa, sintiéndose engañado, mandó hacer una investigación, y parece ser que durante las pesquisas se hallaron rápidamente a dos ladrones que también tenían en el momento de la detención otras doce perlas, tres rubíes y un zafiro del mismo relicario. La venganza de Clemente VI iba a ser terrible: a los dos ladrones los expuso en unas pequeñas jaulas en la iglesia de Santa María de Araceli para que la plebe se ensañara con ellos durante tres días tirándoles piedras y cualquier inmundicia que hubiera a mano. Después fueron arrastrados por las calles de Roma atados por los pies y finalmente en el Laterano se les cortó la mano derecha y se les quemó vivos. Pero el Papa no estaba todavía satisfecho pues también ordenó que el ingenuo comerciante (no se sabe muy bien hasta que punto estaba conchabado con los ladrones) fuera  atado de pies y manos sobre un burro, posteriormente torturado y al final ahorcado. Llama la atención que el pontífice, con mucha sangre fría, oficiara después una santa misa con la intención de pedir perdón a los muertos esperando que entraran, tras purgar sus penas en el Infierno, limpios en el Paraíso.