viernes, 1 de abril de 2016

BUSCANDO ORINES EN LA SELVA



Una de las primeras cosas que se dieron cuenta los soldados y oficiales americanos al comenzar la Guerra de Vietnam (1955 – 1975) fue que no se iban a enfrentar a un ejército al uso como el que habían combatido anteriormente, por ejemplo, en la Segunda Guerra Mundial. Aquí no iba haber grandes despliegues ni batallas enormes, pues el ejército vietnamita, sabiendo que era inferior en número, iba aprovecharse del refugio que le brindaba la exuberante vegetación que había en su país. Algo parecido a lo que hicieron los japoneses años antes y que tantas bajas había provocado a los americanos en las diminutas islas del Pacífico. Así pues era común ver a soldados del VietCong  (también conocidos por los americanos como Victor Charlie) esconderse en la jungla y luchar como guerrilleros, o construir pasadizos en el interior de la tierra, del mismo modo que las hormigas, para luego atacar de improviso a sus enemigos.

Como esta forma de hacer la guerra provocaba continuas bajas en las filas americanas, el alto mando pensó en hallar un arma que hiciera salir a los vietnamitas de sus escondrijos y acabar con ellos de manera efectiva. En un principio utilizaron un líquido desfoliante conocido como Agente Naranja (por el color de sus bidones) para que se cayeran las hojas de los árboles y de esta manera el enemigo se quedara sin protección alguna. Se vertieron toneladas de este potingue en la selva y aunque una gran parte quedó yerma casi no tuvo resultado alguno. Pero sí sobre los soldados americanos que al estar en contacto con él les produjo deformaciones con el tiempo.

Parecía que el asunto no iba a tener solución hasta que un buen día alguien pensó en construir un aparato que detectara de forma química donde se escondía el enemigo. A aquel milagroso invento se le puso el rimbómbate nombre de Detector de Personas Lanzable, pero muy pronto fue conocido con el apelativo del Olfateador de Personas. El principio básico de este aparato era el siguiente: podría detectar cualquier rastro de sudor, excrecencia u orina que dejaran los vietnamitas en aquel infierno verde. En cuanto fueran detectados se enviaría un grupo de soldados que acabaría con ellos y de esta manera la bolsa de resistencia iría descendiendo poco a poco hasta la victoria final. Se tenía que colocar en un helicóptero Huey y volar contra el viento para que fuera efectivo. Fue probado en Estados Unidos y como obtuvo buenos resultados fue enviado de inmediato a Vietnam. Los helicópteros, gracias a este aparato, comenzaron a detectar al enemigo, pero cuando los soldados llegaban al lugar no encontraban nada. ¿Cómo era esto posible? Parece ser que los científicos americanos no habían calculado que tanto los ríos y campos de Vietnam estaban llenos de orines de búfalos de agua y como el aparato no distinguía si el orín era humano o animal fallaba continuamente. Los soldados se cansaron pronto de andar por la selva buscando fantasmas y dejaron de hacer caso al Olfateador de Personas. El invento fue un fracaso y dejó de usarse.