A finales del siglo
XVI, precisamente en 1589, una persona escribió en un muro esta advertencia
pública, destinada, sobre todo, a la nobleza inglesa:
“No se permite a
nadie, quienquiera que sea, antes de las comidas, durante las mismas, o después
de ellas, ya sea tarde o temprano, ensuciar las escaleras, los pasillos o los
armarios con orina u otras porquerías”.
Esto demuestra
que alguien debía estar cansado de ciertas costumbres higiénicas que existían en
las comidas de aquella época.