jueves, 3 de julio de 2014

LA ESCOPETA NACIONAL



Y ni fueron felices, ni comieron perdices porque allí donde haya ministros un final feliz es imposible


Normalmente este blog esta dedicado a descubrir asuntos curiosos de la Historia, sobre todo española, o a poner alguna que otra reseña de un libro. Pero hoy quisiera hacer una pequeña crítica cinematográfica de un film que es todo un ejemplo de cómo mostrar época histórica. Antes de pasar a hablar de ella les rogaría condescendencia con mis palabras pues soy lego en este tipo de críticas y ya sé que tendrá muchos fallos a ojos de expertos cinéfilos. Se trata de la película dirigida por Luis García Berlanga y escrita junto al inigualable Rafael Azcona titulada La Escopeta Nacional (1978). El argumento es el siguiente: corre el año 1972 y los marqueses de Leguineche organizan una cacería en su finca de Los Tejadillos. A ella acude un empresario catalán Jaume Canivell, junto con su secretaria y amante, con la idea de relacionarse con altos dirigentes de la política, que también concurren a las jornadas cinegéticas, para venderles la idea de instalar porteros automáticos en todas las casas de España. Pero pronto su sueño de pasar unos días prósperos y tranquilos se troncan en horas de desconcierto al observar el continuo ir y venir de escenas irreales y chocantes que se producen en aquella pequeña sociedad en las que están representados todos los estamentos del espectro político del momento: unos marqueses que viven entre recuerdos nostálgicos fuera de tiempo y espacio y que coleccionan pelos púbicos; secuestro de una atractiva actriz erótica por el onanista hijo del marques; luchas sin sentido por las piezas de cacería por parte de un curo preconciliar; o estrafalarios personajes que más a gusto se sentirían en un circo que en aquellas lugares… y así continuamente, un no parar.

Luis García Berlanga y Rafael Azcona utilizan al personaje de Jaume Canivell como una especie de Dante que desciende a los Infiernos de aquella cacería para mostrarnos el mundo decadente del Tardofranquismo. Con el gracejo irónico y en algunos momentos negro, típico en las películas berlanguianas, se nos muestra aquel mundo decadente en el que habitan por un lado los fieles al antiguo Régimen, y por otro los nuevos y dinámicos políticos jóvenes (en este caso del Opus Dei) tipo Adolfo Suárez que están llamados a ocupar puestos importantes en la futura Transición. Unos que vienen y otros que se van. Ley de vida. La hora y medía que dura la película es todo un fresco de aquellas cacerías franquistas en las que importaba más hacer negocios y componendas políticas que cazar pichones. Las habitaciones y salones de la finca de los marqueses se convierten en un bazar en donde se compran y se venden negocios y fidelidades a cualquier precio. Éstos, los marqueses, viven en un mundo que parece que ha quedado congelado en el ayer, y se niegan a aceptar que el tiempo de aquella nobleza que ronda El Pardo ha pasado a mayor gloria. Como ejemplo decir que las piezas de la cacería las ha pagado de su bolsillo el mismo Canivell y en cambio todo el mundo (sobre todo un personaje llamado Cerrilo, que vive de organizar este tipo de eventos y de dar coba a los invitados) le dice continuamente que es de mal gusto decírselo al marques para no desengañarle y hacele creer que él es el factotum de aquel loco fin de semana.

A cada momento se nota la mano maestra del tandem Luis Garcia Berlanga y Rafael Azcona tanto en el tono como en los chispeantes diálogos con los que está trufado toda la película. Es por ello que La Escopeta Nacional es ante todo un documento gráfico de aquella España que se desmoronaba y que muchos se negaban a que ocurriera aunque fuera a fuerza de engañar a los nuevos vientos que empezaban a soplar.